El sexo vende. Y los hombres, que siempre están pendientes del tamaño de su virilidad, tienden a comprar. Pero que a vuelta de su compra le quede al personaje cara de gilipollas puede ser causal de impotencia - como supongo pudo haber sucedido al protagonista de esta noticia, que circuló hace unas semanas y con la que he vuelto a topar, y no podía pasar desapercibida en este Blog.
Pocos habrán padecido la decepción que sufrió hace unos días un pontevedrés al abrir un paquete que anhelaba con ilusión. Según trascendió ayer, había dado los pasos precisos para adquirir un alargador de pene. La compra no la realizó directamente en un establecimiento comercial físico sino que confió en una página web de las muchas que proliferan por internet. Un buen día, lo que creía que era el alargador llegó a su poder. Sin embargo, sus ilusiones se cayeron por los suelos nada más abrir el paquete y encontrarse con que el remitente le había enviado una vulgar lupa. La Voz de Pontevedra.
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